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El Río Piles - David Alonso (2020)


 17/09/2020


El Río Piles

Sentir aprecio, cariño, orgullo o pertenencia por un lugar pasa porque sintamos ese espacio como algo para ver, disfrutar o simplemente admirar. Y creo que ese es el mayor problema que tiene el río Piles, cauce cabecera del entorno metropolitano de nuestro municipio.

Hace ya décadas que hemos dado la espalda al río, cosa que seguramente obedezca a varios factores. En primer lugar, su ubicación respecto al crecimiento de la ciudad, que lo enfrentaba al mismo haciéndolo pasar por un espacio, no vinculado al crecimiento y al desarrollo urbano que sucedía en el otro extremo de la bahía. Más tarde, cuando la ciudad comenzó a dibujar su diseño futuro a través de los ensanches de la segunda mitad del s.XIX, quedó reducido a un mero acompañamiento del entorno natural del extremo Este de la ciudad.

Poco después se encauzó, su llanura de inundación se eliminó y su zona de aguas de transición, es decir, la unión entre los aportes fluviales y la influencia marina, quedó ceñida a un canal hormigonado sin alma.

Los siguientes años de crecimiento urbano, durante el s XX, llegaron con un incremento de aportes de caudales residuales al río, convirtiéndose por momentos en una auténtica cloaca. Ni siquiera ya entrando en pleno siglo veintiuno, se ha visto favorecido por las mejoras, formando parte de toda una cuenca del este sin depurar y sin las necesarias infraestructuras.

De todo esto éramos conocedores los vecinos, lo que hizo que todos mirásemos para el río Piles con una mezcla de pena, rabia y aversión, pero sobre todo con muy poca pertenencia.

Poner en valor el Piles conlleva aglutinar y sumar. Debe tratar de convertirse en un espacio de referencia, tanto su entorno como su propio cauce; debe instaurarse un entorno natural indiscutible, de respeto y de un necesario ecosistema en crecimiento. Tenemos ejemplos de pequeños logros de recuperaciones de cauces en zonas como Pola de Laviana o Pola de Siero (no hace falta irse a la última esquina de Europa para buscarlos). Son simples actuaciones en sendas fluviales que han logrado que la población se sienta mucho más cerca del rio, combinadas también con la práctica deportiva o la pesca recreativa, siempre priorizando el sostenimiento de su entorno natural.

Pero para llegar a esto debemos partir de la investigación más rigurosa, sin prejuicios y sin vaivenes políticos. Se han presentado varios estudios y se ha anunciado alguno más. Bienvenidos. Es por ello que quisiera reseñar tres aspectos que necesariamente deben ser tenidos en cuenta.

El primero de ellos es el competencial: el cauce del río Piles, hasta unos 100 metros aguas arriba de la rotonda de La Guía, es Dominio Público Marítimo Terrestre, con su zona de tránsito y de servidumbre. Es decir, se debe sumar a  la Demarcación de Costas en la mejora de responsabilidad sobre las aguas y sobre lo que allí pase y debería también colaborar en la inversión necesaria, al menos en la ejecución de cualquier infraestructura, si es que se plantea. El siguiente aspecto sería el de la protección: nos encontramos con todo el entorno enclavado dentro de una zona inundable, como así lo reflejan los mapas de peligrosidad presentes en los documentos públicos oficiales. Es más, toda la zona baja del Piles se encuentra dentro de un Área de Riesgo Potencial Significativo de Inundación (ARPSI ES018-AST-42-1-57-1). No es alarmante, está encuadrado dentro de un periodo de recurrencia de 500 años, pero indica una dinámica fluvial que no debe ser ignorada y menos si pretendemos recuperar su ecosistema actuando sobre el cauce. No pretendo con ello, tal y como está de constreñida su desembocadura, plantear estudiar su naturalización completa, pero sí que debe tenerse en cuenta si se pretende actuar sobre la sección del encauzamiento, especialmente en sus últimos 500 metros donde debe respetarse la adecuada sección hidráulica.

Seguramente los dos puntos anteriores sean motivos claves para actuaciones importantes, de las que me temo no se van a plantear, pero conviene destacar un elemento inequívoco presente en el cauce, que es su contaminación por el aporte de aguas residuales domésticas y no domésticas. Sin atajar este problema, no merece la pena hacer nada más y no es un problema ni sencillo ni barato, pero sin solucionarlo, todo lo demás no tiene ningún sentido. Nada debería plantearse antes de tener garantizado ese punto, porque sería perder el tiempo.

Esperemos que en las próximas décadas podamos ver un rio mejor y más sano para que aquel que las descriptivas editoriales del antiguo director de El Comercio, Francisco Carantoña, denunciaba por los años 80 quede como un recuerdo de buen periodismo de denuncia y, que en ese deseado futuro, el rio pase a ser un motivo más de orgullo gijonés, que siempre es el mejor defensor de nuestro entorno. Lograrlo requerirá, dinero, conocimiento y consenso.


David Alonso

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