30/01/2019
Por qué un PGO
Negociar, hablar, acordar este nuevo Plan General recientemente aprobado conllevó sentarse en una mesa con gente con ideas diferentes, en algunos casos muy dispares. Sentarse y ceder. Ceder e insistir. En eso consistió lograrlo, en ceder e insistir. Y no fue nada fácil.
Este acuerdo por el PGO, que debería ser algo positivo para la política municipal por llegar a acuerdos importantes para Gijón, en donde todos estemos medianamente representados, se convirtió en lo más difícil. Pero no por decisiones concretas, ni por ideas. Me explico.
No fue lo más difícil dotar al Oeste de la ciudad de áreas ambientalmente protegidas, muy necesarias y que se implementan a lo largo del entorno de Arcelor, con inversión propia de la multinacional; ni los aparcamientos disuasorios para facilitar la movilidad peatonal y ciclopeatonal; ni tampoco eliminar las grandes bolsas de suelo urbanizable, que hubiesen consumido un bien finito como es el suelo municipal, cierto es que no se pudieron eliminar todas, por desgracia.
Tampoco lo fue definir los usos agrarios, para que en la zona rural, la gente que viva en ese entorno pueda explotar la tierra; que sí, lo sé, esto a los urbanistas de pro ni les va ni les viene pero a la gente que vive allí sí.
No fue lo más difícil
hacer un gran parque en primera línea de costa en El Rinconín, criticado por
unos ya que, según ellos, alejaba la inversión y por otros, que protestaban
porque aún se permitieran 149 viviendas en ese entorno. Supongo que, los
primeros, estarán sorprendidos por ser una de las primeras inversiones que
arranque de este Plan General y, los otros, porque creo que no hubieran sabido de dónde obtener los
aproximadamente 12 millones de euros que no hacer nada hubiera costado a las
arcas municipales, por no hablar de cosas como la ejecución de derechos
urbanísticos. Menudencias legales.
Tampoco lo fue
redefinir el suelo Industrial del municipio ni, por último, intentar evitar la
especulación urbanística residencial en el Natahoyo.
La mayor parte de la gente, aproximadamente más de un 97% de las alegaciónes de este y de cualquier Plan General, van detrás de “qué hay de lo mío”. Totalmente licito.
Se supone que
los políticos y las instituciones debemos velar porque el interés común
prevalezca sobre el individual. Así que tampoco fue eso lo que costó. Costó
todo ello lo razonable para semejante documento, en parte gracias a los
servicios técnicos municipales, valedores de todo este trabajo crucial para
nuestro municipio.
Lo que sí COSTÓ
con mayúsculas, con canas, insomnio y dolores de cabeza perpetuos, fue ese
runrún político en el que nos movemos.
Fue superar lo
establecido, lo habitual, lo que impera en la política de hoy, la nueva y la
vieja política.
Superar la
confrontación política vacía, la demagogia más típica y superar “el qué dirán”
fue lo más difícil. La mayor presión fue defender que un acuerdo de casi todos
los grupos políticos era lo mejor para la ciudad, que todos debíamos ceder, sí
o sí. Que no nos podíamos permitir cuatro años más de vacíos legales que
generaran un caos urbanístico mayor que cualquier PGO.
En Gijón estamos con un Plan General de 1999 después de varios intentos fallidos por actualizarlo. Los dos proyectos anteriores, 2007 y 2011, vieron la luz por poco tiempo, no se consiguió sacarlos adelante por falta de consenso legal, derivado quizá de una falta de consenso social.
Este Plan
pretende ser lo suficientemente flexible para aglutinar todas las
sensibilidades y conseguir que llegue a buen puerto.
Cuando una
ciudad está sin Plan General, debiendo atenerse al último vigente (que, como
decíamos, tiene más de 20 años desde su redacción), está en situación de
desamparo. Es necesario un documento que permita a los habitantes del Municipio
informarse y saber cuál es la estrategia de desarrollo del espacio que utiliza.
Un Plan General de Ordenación viene a ser el escenario en el que se desarrollan todas nuestras acciones, construye el escenario de nuestra vida.
Es por eso que es vital para cualquier habitante del Municipio. De él se desprenden los usos que hagamos de la ciudad, las conexiones, el acceso a los puestos de trabajo, al ocio, a la cultura.
Determina si tardo una hora en tener que ir a hacer unos papeles o tardo media, en si, en verano, me resulta sencillo ir a darme un baño la playa o no. Debe configurar una ciudad equilibrada y al alcance de todas las personas que la habitan.
Y esto se ha
intentado hacer con el nuevo Plan General, el Plan del Rinconín.
David Alonso
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