28/01/2021
El Urbanismo que está por llegar en Gijón
La ampliación del Hospital de Cabueñes, la
integración del ferrocarril en la ciudad y el espacio liberado, la estación de
trenes, la de autobuses, el túnel del metrotrén, la
integración, colmatación y dotación de Nuevo Roces, la
gestión de las aguas residuales y sus infraestructuras asociadas, la renovación
y rehabilitación de gran parte de las viviendas que rondan los 50 años de
construcción, la definición y desarrollo, o no, de la ZALIA, el cambio de usos
y liberación de espacios para uso público en el Natahoyo.
Los retos que afronta nuestra ciudad durante
las próximas décadas son importantes, claves, posiblemente, a
la altura del cambio que vivió la ciudad durante la década de los años 80 y 90 del pasado siglo. Cómo se ejecuten y cómo
tomen forma, definirá el horizonte de nuestra aglomeración urbana para las décadas futuras. Vaya por delante que no se trata aquí de hacer una
oda a las grandes transformaciones urbanísticas como mantra de revolución urbana,
es más, suele ser al contrario, pequeñas dinámicas localizadas por
barrios pueden generar
sinergias de cambios, especialmente en cuanto a la ocupación del espacio
público y de la movilidad, que luego propician cambios importantes en la
dinámica urbana. Siendo esto así, no podemos negar por otro lado que las
transformaciones pendientes son de tal calado que, como decíamos anteriormente,
de su ejecución concreta depende mucho el Gijón del futuro, si
es que el futuro se puede dibujar, pero esto ya sería otra discusión.
Empezaremos por el Hospital de Cabueñes. Dados
los tiempos que nos han tocado vivir de pandemia, lo que ya de por sí era un
equipamiento vital en el entorno urbano y no solo urbano, dado que se da
servicio a una enorme superficie periurbana y rural, se ha convertido en algo crucial. Su ampliación y
modernización estaba prevista para el año 2017, incluso
numerosas presentaciones y eventos durante esa fecha fueron celebradas en
nuestra ciudad al respecto, pero la realidad es que nada se ha hecho y nos
vemos aquí, en 2021 con una necesidad más imperiosa aún. Parece que este año
comenzará parte del papeleo necesario para su ejecución y quién sabe si hasta veremos los primeros movimientos de tierras. Un
hospital para una ciudad es un eje de movilidad fundamental, de hecho, por
detrás del HUCA, el polo de atracción de movilidad ejercido por Cabueñes es el
mayor de Asturias. Por eso es tan importante como se piense y defina la ciudad
en su entorno.
El entorno del hospital de Cabueñes es de por sí privilegiado. Las instalaciones universitarias, las
dotaciones deportivas, las dotaciones tecnológico-industriales y, por supuesto,
el edificio de La Laboral, ejercen un enorme potencial, quizá al que habría que
añadir también el jardín Botánico Atlántico. Está por ver como se acaba desarrollando
ese entorno urbanístico con viviendas y sobre todo como se logra enganchar con
la ciudad, fundamentalmente a base del desarrollo de espacios libres y de zonas
verdes transitables, de espacios que cosan este entramado de dotaciones con la
malla urbana consolidada. De este desarrollo adecuado podrá salir que el hospital de Cabueñes, una
vez modernizado, pase a formar parte de una ciudad de su tiempo o acompañe en
su aislamiento a la Universidad Laboral.
Sin duda, hablar del futuro de la ciudad es
hablar del proceso de integración ferroviaria pendiente de ejecutar. Veremos si
el Hospital de Cabueñes se beneficia de esta integración, como parece que todos
los actores desean, o se queda, como el resto de la actuación, parada y
esperando a que llegue algún tren, algún tren cargado de presupuesto.
Hablar de la integración ferroviaria, es
hablar de varias cosas que a veces quedan enterradas en lo que desde hace más de 20 años se conoce como el Plan de Vías.
El Plan de Vías de nuestra ciudad, sin duda la
mayor metamorfosis pendiente de ejecutar y posiblemente el mayor cambio en los
próximos 50 años, son muchas cosas en una sola.
Comencemos por la más obvia, la estación de
trenes, frente a la instalación “provisional” que está situada en Sanz Crespo. La estación que está por venir
sería una estación término de referencia, no
porque su diseño deba ser espectacular (con que sea digno es suficiente), sino
por las sinergias en movilidad regional que conlleva y el propio foco de atracción en sí mismo para con la ciudad. Pero en el caso de Gijón lo que está
pendiente no es solo construir una estación – y perdónenme, no vamos a hacer el
juego político de decir si la estación va a ir aquí o allá, es absurdo ante una realidad de 18 años de parálisis- sino
construir todo lo demás.
Debe definirse y dar la solución adecuada a la
transición entre los barrios cortados y separados por las vías a la hora de
generar un espacio urbano nuevo, aprovechable y aceptable. Pero no solo eso,
que de por sí sería un reto de primer nivel, sino que también debe dotarse a la ciudad de una estación publica de autobuses,
de la que en la actualidad carecemos y que resulta avergonzarte no disponer.
Debe afrontarse con valentía la posibilidad de aprovechar la amplia superficie
de terreno de esparcimiento público obtenido con la supresión ferroviaria para
algo más que la construcción de nuevas viviendas. Frente a un parque de
viviendas ciertamente envejecido, en el caso de Gijón, no debe ser excusa la
obtención de unos réditos insignificantes
para la obra, la venta del suelo, pudiendo sino es en toda la superficie, si en
su mayor parte, liberar un espacio verde y
un espacio con equipamientos de ocio público. Es una oportunidad que no
se volverá a repetir.
Por si construir una estación de trenes, otra
de autobuses, lograr generar un espacio público útil,
verde y de calidad, no fuera suficiente tarea, queda por gestionar el túnel del
metrotren. Este túnel, obra en la que debe ser muy discutido su encaje en origen,
en una ciudad de las dimensiones y la población de Gijón, está ejecutada - y reparada -
y puesta en funcionamiento, con las estaciones intermedias
asociadas en el casco urbano de la ciudad hasta, el deseable fin de línea en el
Hospital de Cabueñes, es el mayor acicate que deberían tener las
administraciones públicas para desarrollar toda esta infraestructura.
Sin duda, su puesta en funcionamiento
conllevaría el cambio de forma de movernos en nuestra ciudad de este a oeste y
viceversa, modificaría nuestro día a día y el de
la gente que viniese a Gijón, de tal manera, que es difícilmente imaginable.
Pensemos solo en los desplazamientos diarios que se realizan al Hospital de
Cabueñes, seguramente una buena parte pasarán a realizarse en tren, en
transporte público.
Y aunque Nuevo Roces queda fuera de la zona de
influencia directa de la transformación ferroviaria, no es menos cierto que
engarzar adecuadamente un barrio de 5000 habitantes con la ciudad sigue siendo
un asunto pendiente de solucionar adecuadamente. El proyecto de Nuevo Roces,
que si lo recordamos iba mucho más allá de
los actuales edificios de viviendas y conllevaba también un enorme desarrollo de viviendas unifamiliares que, de momento
han quedado en la nada (al estilo de la idea de EcoJove, en el otro extremo de
la ciudad). Si bien el
proyecto diseñado para todo este entorno no se ha desarrollado al completo, es
necesario asumir que más allá de unas
correctas comunicaciones, de igual manera debe habilitarse una zona de
transición entre la malla consolidada y este nuevo crecimiento. Veremos si el
desarrollo del PGO aprobado en enero de 2019 y, de momento, vigente, es capaz
de suplir y dotar este necesario espacio.
El tratamiento correcto y la gestión de las aguas residuales puede no parecer a
primera vista un elemento de desarrollo urbanístico,
pero nada más lejos de la realidad. Es un elemento clave del desarrollo
urbanístico pleno, sea suelo para vivienda, empresarial, dotacional, de
equipamientos o incluso zona verde, la dotación de ese suelo con redes de servicios es clave y, de igual manera que
la ZALIA carece de suministro eléctrico que la
hace por tanto inútil para el emplazamiento de cualquier industria, carecer en
este caso de saneamiento para los desarrollos urbanísticos que diseñe el municipio debería haber sido un lastre, que, cierto es,
no lo ha sido en cuanto a su ejecución, pero si lo está siendo en cuanto a su
gestión ambiental. Es necesario que tanto la cuenca del oeste, con una
depuradora en el filo de la capacidad de depuración legal en cuanto a la
calidad del agua vertida al medio receptor (a nuestro mar Cantábrico) como,
sobre todo, la cuenca este sin depuración de ningún tipo desde que la ciudad es
ciudad el vertido ha sido “libre”, se subsane, es más no debería permitirse ningún crecimiento
significativo urbanístico más en toda la
zona hasta que no se certifique que esto se corrige. No hay mejor elemento para
validar esto que la Unión Europea, cuando compruebe que exista depuradora, que
esta funcione y que depure correctamente, elimine la multa y en ese momento el
desarrollo urbanístico pueda volver a ejecutarse. Mientras esto
no sea así se deberían centrar todos los esfuerzos en solucionar la problemática de vertidos ya existente.
La renovación y rehabilitación de edificios de viviendas ha sido sostén en lo últimos años de las
empresas vinculadas al mundo de la construcción
y suele ir asociada al gran lio de la ayudas de fachadas en la que está
envuelto nuestro Ayuntamiento. Sin entrar en dicho lio, más allá de mencionar que es más que imposible que se puedan asumir los
casi 70 millones de euros en ayudas que a estas alturas siguen pendientes, en
una ciudad que ha devastado mucha de su personalidad urbanística antes y casi
también después de los años del desarrollismo sería muy importante que además
de la rehabilitación, renovación y mejora energética, se aplicase una considerable gama de buen gusto y acierto en la estética resultante, más allá de la normativa urbanística. La ciudad lo agradecería.
Y de la rehabilitación
interna de la ciudad pasamos al suelo industrial de nuestra zona periurbana, o
más bien rural, para llegar a la Zalia. La zona de actividades
logísticas e industriales de Asturias, es producto de
otro tiempo, fruto de los deseos de ser punto de entrada y distribución de las
sinergias económicas del conocido como Arco Atlántico, red de ciudades y
municipios que bordean el noroeste de Europa. Siendo una idea muy compleja de
llevar a la práctica, sin duda que lleve ya 17 años de retraso la invalida,
puesto que en ese tiempo las sinergias económicas ya han buscado otras rutas
económicas más factibles y disponibles. Aún así y
con un carácter quizá más nacional, semejante espacio habilitado, y me refiero
a la superficie ya transformada en suelo urbanizable, no más, podría disponerse
de complemento al espacio logístico de el puerto de el Musel, para así
reforzarlo y ayudarlo en la necesaria desminerilazión y descarbonización que
asoma a su futuro inmediato.
Pero para que esto sea mínimamente posible
primero debería terminarse con su red de comunicaciones, tanto con las vías de
alta capacidad como con el propio puerto y con su suministro eléctrico que, como antes decíamos, del cual carece y, para rematar,
liberar el resto de terrenos que ya no se usarán para que ese entorno periurbano
pueda mínimamente respirar del yugo urbanístico de un sueño que ya nunca
llegará. Si se baja a la realidad sí que puede ejercer, insistimos, como
elemento indisoluble del puerto y quizá clave para pensar en nuevos modelos
productivos industriales, preferentemente tecnológicos o de
manufacturas.
Finalmente llegamos a el Natahoyo. Posiblemente
el barrio que en su conjunto pueda asumir más cambios en un futuro cercano.
Además de mantener el entorno industrial existente, hoy en día más reto que
nunca, se enfrenta a la posibilidad de transformar su antiguo esqueleto
industrial en un foco de desarrollo económico, de desarrollo que se pretende,
al menos sobre el papel, vincularlo al mar y que genere una recuperación de
espacios para uso público y de zonas verdes, de esas que se pueden usar y no
solo mirar, tan necesarias en el oeste de nuestra ciudad mientras no se ponga
freno a los excesos humeantes de las cercanías. Es sin duda un espacio sobre la
cartografía de nuestra ciudad preferente, pese a estar constreñido su
desarrollo, pero se contrapone al este de nuestra ciudad con una necesaria
identidad propia, industrial, laboral, que debería hacer que el barrio persiga
y logre una segunda revolución, tecnológica, en este
caso. Nuevamente la capacidad de atraer talento y la correcta gestión pública
de todo ello, será la punta de lanza del acierto o del error.
Y es precisamente esto último lo más importante. Todo de lo que hemos hablado, y por ende todo nuestro futuro
urbanístico, depende la correcta gestión y del buen
tino, y porqué no decirlo de algo de valentía por parte de nuestros gestores, de los responsables de
la administración pública para
pensar en el colectivo, en la ciudad en su conjunto por encima de cualquier
otro interés. Mucha suerte, que falta hará.
David Alonso
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